Otro articulo del periodisca Cubano y combatiente de Bahía de Cochinos, Luis Gonzalez Lanlondry.
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Mensaje a los Jóvenes Cubanos
Por Luis González-Lalondry
Acabo de cumplir 76 años y a pesar de la mucha juventud acumulada, he llegado a la conclusión de que me estoy poniendo viejo, pero como ardiente admirador del filósofo argentino, José Ingenieros, que sentenciaba en su famoso libro El Hombre Mediocre: “Jóvenes son aquellos que no tienen complicidad con el pasado”, por suerte puedo afirmar con orgullo, que yo no tengo ninguna complicidad con ningún pasado. Es más, como si fuera poco, el maestro, dirigiéndose a los jóvenes de todas las épocas, también afirmaba en su libro, “que las canas denuncian la vejez, pero no dicen cuanta juventud se vivió”. Y aunque muchos tienen el pelo cano, no pueden decir con el mismo orgullo, que han vivido de acuerdo con sus valores, sus principios y sus más sagrados ideales.
Los hombres de mi edad prefieren detenerse en el camino para recordar los años vividos y aunque en algunos los recuerdos son vagos, miran con nostalgia los momentos que se han ido, los placeres que tuvieron y que nunca más volverán, los amores que dejaron en el olvido, los aciertos que lograron, los errores que cometieron en el curso de su larga o corta vida y que evitan recordar, para resumir diciendo: ¿Si yo lo hubiera sabido? Pero la vida es muy corta y en ocasiones es muy tarde para enmendarlos.
En los grandes cambios de la humanidad, los jóvenes han tenido siempre un papel protagónico de gran importancia, porque gracias a ellos el mundo se ha desarrollado y ha progresado hasta nuestros días. En las guerras, los jóvenes han puesto la sangre y los muertos. En las convulsiones sociales han sido artífices de los cambios y han estado a la vanguardia, como ocurrió durante la revolución francesa, la revolución industrial, la guerra de independencia americana, la abolición de la esclavitud, la libertad de muchos pueblos oprimidos, la eliminación del coloniaje, la liberación del comunismo soviético en los países del Este de Europa, el derrocamiento de las dictaduras nacionales y el ajusticiamiento de los tiranos. Cuba no ha sido sólo una excepción, sino un ejemplo.
La juventud cubana desde La Demajagua, el 10 de octubre de 1868 hasta nuestros días, ha escrito páginas de gloria. La conspiración de La Escalera, el fusilamiento de los estudiantes de medicina, la guerra organizada en 1895 por Martí, el desembarco en Gibara, la lucha contra Machado antes y contra Batista después. El alzamiento del Escambray, el heroísmo de la clandestinidad, la invasión a Bahía de Cochinos y Playa Girón, en la épica batalla contra el régimen comunista de Fidel Castro, la intransigencia del exilio histórico Y, finalmente, el patriotismo de la disidencia en Cuba, son algunos ejemplos en esta larga lucha que ya sobrepasa los 50 años.
Muchos son los ejemplos, infinito el martirologio, extraordinario el patriotismo, excepcional el amor por Cuba, único el desprendimiento, incomparable el sacrificio
personal de muchos jóvenes como Tony Cuesta y Orlando Zapata Tamayo, por mencionar algunos nombres. Al primero lo dejaron moribundo y ciego después de
enfrentarse a las fuerzas de la tiranía en las costas de Cuba, frente a La Habana. El segundo, sacrificó su vida en una huelga de hambre de 83 días, en un innegable asesinato premeditado. Otro, como Felipito Rodón, con 19 años, se enfrentó sólo a un tanque Stalin en Playa Girón, para dispararle con una bazooka e inutilizarlo. Logró su cometido, pero perdió la vida en el intento. ¡Cuántas historias de heroísmo!
La Cabaña, Isla de Pinos, El Castillo del Príncipe, Villa Marista, 100 y Aldabó, San Severino, Boniato, Mazorra, Guanajay, Kilo 7, son algunos nombres que para muchos jóvenes en Cuba y en el exilio de Miami, quizás no le digan nada, pero en cada una de estas prisiones hay miles de historias de jóvenes, mujeres y hombres, que han sacrificado sus vidas luchando por la libertad de Cuba. Algunos en plena adolescencia. Otros, estudiantes, obreros o simplemente desempleados. La mayoría de ellos cubanos blancos y negros, muchos de origen humilde, que sólo querían para su patria la libertad que el régimen despótico y brutal de Fidel y Raúl Castro le han negado siempre.
Hoy, por designios del destino, pensamos que estamos llegando a la etapa final de nuestra fatal agonía. Los acontecimientos hablan claro y alto y después de medio siglo de totalitarismo, donde la perversidad de un solo hombre --yo diría de una sola familia: Fidel Castro y Raúl Castro-- dueños absolutos de la vida y la muerte de los 12 millones de cubanos, está llegando a su fin. Por eso los jóvenes cubanos en la isla, no importa si nacieron antes o después de la revolución, tienen el insoslayable deber de ocupar su puesto en la lucha, para lanzar al basurero de la historia ese régimen nefasto.
No importa donde se encuentren, en el ejército, en las universidades de Cuba, en las escuelas del país, en las organizaciones de masa, en los departamentos al servicio del Estado, laborando en las pocas industrias, en los campos deportivos de las provincias, en los órganos policíacos, en las oficinas del gobierno, en los hoteles y restaurantes, en los medios de transporte, en las zonas rurales de la isla, o simplemente pedaleando en una bicicleta para poder encontrar que comer. A los jóvenes, hombres y mujeres, les corresponde la histórica tarea de tomar las calles de manera pacífica o de forma violenta, para echar al tirano y acabar con la tiranía.
Los jóvenes, no importa donde estén, son los que escriben la historia y en esta última etapa de la historia nuestra, son precisamente los jóvenes a los que les toca desterrar el miedo y dejar a un lado la doble moral, para seguir los ideales de aquellos que les precedieron en esta lucha por la libertad, el derecho a la vida, el decoro, la dignidad humana y el bienestar de todos los cubanos, porque en estos momentos, de ellos y sólo de ellos depende la patria en agonía.
Los jóvenes de Cuba, como decía Ingenieros, tienen frente a ellos dos caminos bien definidos: se levantan a nivel del heroísmo y el martirologio, luchando contra la
esclavitud, la opresión y la ignominia o la historia los recogerá como simples borregos, cobardes instrumentos de una dictadura feroz y criminal, donde la represión se enseñorea desde la Punta de Maisí al Cabo de San Antonio, donde el paredón ha dejado miles de muertos, donde las cárceles están llenas de cubanos por el simple delito de no pensar igual a los jerarcas del régimen, donde el hambre, la desesperación y la frustración de los ciudadanos ha llevado a muchos al suicidio y a tomar una balsa para escapar y, donde los jóvenes en estos 50 años, no tienen ni han tenido presente y mucho menos futuro, en una sociedad comunista donde el único amo, dueño y señor es el tirano Fidel Castro y el mayoral de turno su hermano Raúl Castro y los mayimbes que le sirven de cómplices.
Yo también fui joven y sufrí, como miles de jóvenes de mi generación, la cárcel, la guerra en Bahía de Cochinos, los peligros de la muerte, los abusos, los maltratos, la represión, las vejaciones de ese régimen, el hambre, el frío de un exilio largo e inclemente y recibí, como le ofreció el Apóstol Martí al general Máximo Gómez, “la satisfacción del deber cumplido y la ingratitud probable de los hombres”.
Yo no puse a Fidel Castro en el poder, como quizás no lo puso Orlando Zapata Tamayo, ni Pedro Luis Boitel, ni Guillermo Fariñas, ni Félix Bonne Carcasés, ni Marta Beatriz Roque Cabello, ni René Gómez Manzano, ni Oscar Elías Biscet, ni Jorge Luis García Pérez, Antúnez, ni Tony Cuesta, ni Herminio Díaz, ni Ariel Sigler Amaya, ni Cary Roque, ni Laura Pollán, ni Bertha Soler, ni Las Damas de Blanco, ni muchos de ustedes, ni los miles de cubanos que han caído combatiendo la tiranía, pero desde muy joven consideré que era mi deber echar del poder ese tirano, por el bien de mi patria y de la humanidad y ofrecí mi vida a cambio de la libertad de Cuba.
No obstante, admito que ya estoy en la tercera edad, aunque con 76 años aún sigo luchando desde mi trinchera.
Luis González-Lalondry, es periodista, escritor, orador y combatiente de Bahía de Cochinos. Le agradecemos la divulgación de este artículo.
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