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martes, 8 de junio de 2010

La Iglesia y el Carnicero de Birán

Otro articulo del periodista cubano Luis González-Lalondry


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La Iglesia y el Carnicero de Birán
Por Luis González-Lalondry


Lo que muy pocos se imaginaban acaba de suceder: la reunión del cardenal Jaime Ortega y Alamino, representante de la Iglesia Católica en Cuba con el mayoral del gobierno castrista, Raúl Castro Ruz, en presencia del arzobispo de Santiago de Cuba, Dionisio García Ibáñez. De lo que allí se habló solo lo saben los reunidos, pues de la conferencia de prensa posterior realizada por el cardenal, únicamente se supo que la reunión fue calificada por él, de “distinta y novedosa en sentido muy positivo”. En resumen, nada de nada.

En cuatro horas conversando se pueden decir muchas cosas y pueden surgir mucho compromisos y aunque Jaime Ortega también dijo en la conferencia de prensa, “que había sido un diálogo sobre Cuba, nuestras realidades, el presente y el futuro”, se concluye, que parte del conversatorio giró alrededor de la desesperada situación de los presos de conciencia, muchos de ellos enfermos y de la posibilidad que algunos de ellos puedan lograr su libertad condicional, a la que nadie debe oponerse, si tomamos en cuenta los años que llevan muchos de esos infelices sin medicinas, sufriendo un trato realmente infrahumano, sin una alimentación adecuada, llenos de enfermedades, en algunos casos incurables, alejados de sus familiares, golpeados, torturados y sin siquiera tomar el sol y respirar aires de libertad.

Para los que sabemos el suplicio de las celdas de castigo, las tapiadas, la miserable vida en las cárceles cubanas y el trato inhumano de sus carceleros, tenemos la obligación moral de darle la bienvenida a cualquier resquicio que permita la liberación de esos compatriotas presos. Pero siempre y cuando sea una libertad sin condiciones, que no comprometa los ideales y los principios que llevaron a esos cubanos a las ergástulas del régimen.

Otra cosa sería aceptar una componenda inmoral entre el gobierno del carnicero Raúl Castro y la Iglesia Católica, que bien podría poner en la calle unos pocos opositores presos, para atenuar la protesta del mundo, luego después del crimen premeditado contra Orlando Zapata Tamayo y la huelga de hambre que realiza Guillermo Fariñas, para después continuar llenando las cárceles con todos los cubanos que protesten y disientan de la criminal dictadura.


El juego de Fidel y Raúl Castro está bien claro. Ninguna institución mejor para acallar las voces de protesta generalizada en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa en estos momentos que la Iglesia Católica y su prestigio universal. Sentarse públicamente a discutir condiciones para liberar a algunos presos, sería, primero ganar tiempo, luego, satisfacer a las Damas de Blanco y a Guillermo Fariñas y, finalmente, aparecer ante el mundo como campeones de “los derechos humanos”, cuando son realmente unos violadores contumaces de los derechos de los cubanos.

Frente a esta maniobra, sólo hay una condición: la libertad absoluta de todos los presos políticos sin excepción. La participación en las discusiones con el régimen de los representantes de la sociedad civil de Cuba. Y si quieren ir mucho más allá, la preparación de una transición sin sangre, que garantice la paz entre lo cubanos, a través de una Comisión de Notables, hombres y mujeres de la isla y del destierro, supervisada por organizaciones internacionales, incluyendo, además de la Iglesia Católica, la Unión Europea, la Comisión de Derechos Humanos de la OEA y la Cruz Roja. Y finalmente, el desmantelamiento del poder que detentan en Cuba, Fidel, Raúl y el Partido Comunista.

La Iglesia Católica y el cardenal Jaime Ortega, no pueden ser los únicos interlocutores entre el pueblo de Cuba, los presos polìticos y el régimen castrista. La posición de la iglesia está demasiado comprometida, siempre en busca de sus mejores intereses. La permanente sonrisita del cardenal en la reunión con Raúl Castro, no dice otra cosa que un absoluto sometimiento o una enfermiza simpatía al dictador, que una vez en el pasado lo envió a la UMAP por considerarlo homosexual.

Por esa razón, no nos hagamos muchas ilusiones. Este no es más que el famoso “un paso atrás” que postulaba Lenín, para obtener ventajas negociando y ganar tiempo, donde los comunistas son verdaderos maestros. ¡Ojalá y nos equivoquemos!

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Luis González-Lalondry es periodista, luchador incansable por la libertad de Cuba y veterano de Bahía de Cochinos.

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